martes, 8 de septiembre de 2009

El papelito

Finales de Junio de 2007, yo hospedado en Galway por una tierna familia. Recuerdo cómo la madre, Kathleen, me escribía en un pedazito de papel la dirección de la casa, el número de teléfono y el nombre del autobús que tenía que coger para llegar hasta allí. Eran los primeros días que pasaba allí y me lo escribió por si en algún momento me perdía, o no sabía llegar o cualquier otra cosa. Lo guardé y, por suerte, no me perdí ni nada por el estilo, es decir, que no usé el papelito para nada.


La semana después de llegar aquí, a Rubí, saqué un trozo de papel que tenía en un bolsillo de una mochilita. No me acordaba de él, era la dirección. Lo dejé por ahí "a la vista", para que alguna vez pudiera mantener el contacto con ellos mediante cartas. Pero días después lo perdí y no conseguí encontrarlo. Me entristecí bastante, tenía la intención de contarles cosas a aquella familia tan maravillosa que me hospedó. Hubo más intentos de buscar el papelito durante aquel verano; durante el curso que empecé; durante todo este tiempo hasta ahora.


Hoy, 7 de Septiembre de 2009, volví a pensar en aquel trozo de papel, en la familia, en que me hubiera podido poner en contacto con ellos si no hubiera perdido la dirección... Entonces hice un breve intento de encontrarlo, con falsas esperanzas, sin esmero, convencido de que no lo volvería a ver... y, por sorpresa, encontré un trozito bien dobladito dentro de una pequeña mochilita. Era el papel. El corazón me empezó a palpitar con más fuerza y no pude evitar una sonrisa de incredulidad. Después de dos años, encontré el maldito papelito!


Pero pronto desaparecería mi ilusión. Escribí la dirección en Google, a ver si encontraba por casualidad algo relacionado con ellos, quería saber algo después de dos años. Pero lo que encontré fue un anuncio de venta de casa con la dirección de mi papelito. Ahí estaba: la foto de la casa donde estuve, esperando para ser comprada. No sé porqué, pero me apené muchísimo. Me puse triste. Y además melancólico, muy melancólico. Porque venían fotos del interior, e iba recordando, a medida que veía las fotografías, los momentos que pasé allí. El comedor donde siempre comía patata para cenar todos los días... la sala de estar, donde me sentaba en el sillón con mi té caliente, por la noche, jugando al blackjack con el hermano pequeño y el francés alojado conmigo... el interior de la pequeña caseta, donde jugábamos a la play, y el hermano mediano me ganaba en los videojuegos de fútbol...


No pude evitar sentirme exageradamente nostálgico. Ojalá pudiera saber qué ha sido de la familia... Ojalá hubiera guardado el papelito mejor.

2 comentarios:

Estefi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Estefi dijo...

Era un comentari que em va semblar molt realista-pessimista.
No em va agradar i el vaig borrar.

Com va la picada?:S